lunes, 1 de abril de 2013

Unidades de Inteligencia Empresarial


La creación de “unidades de inteligencia” se convertirá en los próximos años en un elemento decisivo y diferenciador en el ámbito de las empresas. Aquellas compañías que tengan sistematizados sus procesos de inteligencia e información de una forma organizada y eficiente, serán las que marquen la diferencia por razones obvias.
Esta “obviedad” radica en el simple hecho de que para tomar decisiones, de una forma adecuada, es necesario contar con información tratada, analizada, contrastada y fiable. Es decir, es necesario contar con “inteligencia”. Esta es la única forma en la que podemos asegurarnos de que nuestras decisiones no se sustentan en rumores, o en interpretaciones erróneas de la realidad. Si contamos con un proceso real de inteligencia dentro de la compañía, minimizaremos de una forma exponencial nuestra exposición al riesgo. Hasta ahora, y salvo contadas excepciones (todas ellas en el contexto de las grandes compañías), los decisores de las empresas han contado fundamentalmente con información de mercado e información financiera. La tecnología ha permitido en los últimos años acceder a una enorme cantidad de datos que, a priori, debería ponernos en mejor situación para poder decidir. Sin embargo, siguen existiendo muchísimos problemas vinculados a este hecho, por una razón fundamental: no es información lo que necesitamos. Es inteligencia.
El proceso de la inteligencia parte de la elaboración de un plan preliminar de necesidades de inteligencia para la toma de decisiones. En virtud de esos planes y una vez definidos los ámbitos de actuación de la compañía, es preciso establecer un plan para la obtención de la información necesaria. Es en este punto donde tiene mucho que decir la tecnología y las fuentes abiertas, pero no podemos olvidar las fuentes humanas. Una vez conseguida la información se debe proceder al tratamiento y análisis de la misma para convertirla en inteligencia. Y tras ello, un elemento clave está en el proceso de difusión. Es decir, hacer llegar en tiempo y forma la inteligencia a los órganos decisores de la empresa.
Este proceso no puede hacerse de forma artesanal o voluntarista. Es preciso contar con un departamento, o grupo de personas capaces de organizar este trabajo de una forma adecuada. De lo que hablamos, en definitiva, es de la necesidad de organizar una unidad de inteligencia dentro de la empresa. Sin duda alguna, ello requiere una inversión económica. Pero no se trata de una gran inversión. En realidad, un equipo de 2 a 4 analistas de inteligencia puede ser suficiente para poner en marcha este asunto, más las correspondientes inversiones en tecnología.
No estamos hablando de un asunto menor. De hecho, estamos hablando de la decisión más importante y de mayor calado de cuantas se puedan tomar dentro de una empresa. Es la decisión que marca la diferencia entre “acertar” (y por lo tanto crecer) o “cerrar”. El problema fundamental al que nos estamos enfrentando en estos momentos de incertidumbre es a la total ausencia de una cultura de inteligencia en las empresas. El pensamiento creativo e intuitivo del directivo es fundamental, pero no sirve de nada si no va acompañado de un profundo proceso estratégico cimentado en una sólida capacidad de inteligencia.
 Ya lo decía San Agustín en el siglo V: “Aquellos que se resisten a ser derrotados por la VERDAD, son víctimas permanentes del ERROR”

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