Las
Escuelas de Negocios, fundamentamos nuestra razón de ser en el objetivo de
formar buenos profesionales para el futuro. El futuro es cambiante y por lo
tanto, nos vemos inmersos en un continuo proceso de innovación para poder dar
respuesta a ese desafío en tiempo y forma.
El
momento actual nos ha llevado a reflexiones muy profundas al respecto de cómo
será el futuro y, por lo tanto, como debemos formar a los profesionales y
futuros directivos para gestionar ese futuro. Es más, yo diría que, más que
para gestionar el futuro, para construir un nuevo futuro.
Como
Escuela de Negocios, y desde el punto de vista empresarial, siempre hemos
sostenido que el marketing es el epicentro de la estrategia empresarial y eso
ha condicionado nuestras especialidades formativas e incluso nuestro
nacimiento.
Y
es que al preguntarnos cual es el objetivo fundamental de una empresa o la
razón de ser de una empresa, más allá de lo que dicen muchas teorías, nosotros
pensamos que la empresa sólo tiene una razón de ser: tener clientes. Si tienes clientes, tienes empresa y a partir de
ahí podemos concluir muchas más cosas. Tener clientes es una variable que se
fundamenta en dos funciones empresariales: el marketing y la innovación.
Más allá de lo que estás dos funciones puedan suponer desde un punto de vista
técnico, al final de lo que estamos hablando, es de que o la empresa y todos
sus miembros tienen “mentalidad
comercial” o estamos perdidos. En este punto, radican mucho de los
innumerables problemas que presentar la mayor parte de las empresas.
Tener
mentalidad comercial no es un asunto exigible exclusivamente al departamento
comercial de la empresa (que faltaría más). Tener mentalidad comercial es algo,
o debería ser algo, inherente a todos y cada uno de los miembros de la empresa
sea, cual sea su función. Porque eso significa que todos trabajamos con un
objetivo: poner al cliente en el centro
de nuestras actuaciones. Desde el recepcionista hasta el presidente de la
compañía. Y esto, que parece una obviedad, pues no lo es tanto, si nos fijamos
con detenimiento en cómo actuamos.
Pero
ya no es sólo que no estemos siendo capaces de impregnar a toda la compañía de
ese ambiente comercial (me pongo enfermo cuando en una empresa preguntas ¿Aquí
quien vende? y te contestan “pues los comerciales ¿Quién si no?”. Todavía estoy
por encontrar que alguien me diga “Aquí vende todo el mundo, hasta el que
reparte el correo”), sino que, incluso, son pocos los jóvenes que quieren
dedicarse al campo comercial. Y eso que es de los pocos entornos donde sigue
habiendo mucho trabajo y donde las posibilidades económicas son mayores. Nadie
quiere ser “vendedor”. Incluso, hasta nos hemos cargado la palabra. Ahora
utilizamos eufemismos como “asesor comercial”, “ejecutivo comercial”,
“desarrollador de negocio”, etc ….
“VENDEDORES”
Si nuestro objetivo es tener clientes y la capacidad de generarlos reside en
ellos, ¿Puede haber alguien más importante
dentro de la compañía? Parece obvio….. Pero un buen vendedor, un buen comercial
debe ser una persona excelentemente formada porque, precisamente, trabaja para
y por el activo más importante que tiene la empresa: sus clientes.
Por
eso, nosotros seguiremos erre que erre con este planteamiento. Si hace 45 años
nacimos con el objetivo de ayudar al entorno empresarial a crecer y
desarrollarse y esto es directamente proporcional a la capacidad de generar
clientes, seguiremos apostando por esta área de conocimiento para dar al
mercado los mejores profesionales del entorno.